Medardo Lagos de la Fuente nació en Traiguén el 8 de octubre de 1937. Sus padres fueron Medardo Lagos Palma y Enriqueta de la Fuente Zavala. Estudió en la Alliance Francaise y posteriormente en el Liceo de Hombres de Traiguén. Siempre quiso estudiar leyes en la Universidad de Concepción. No obstante, luego de los resultados obtenidos en el Bachillerato, fue motivado por sus profesores para proseguir estudios en Santiago, ingresando a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Mientras estudiaba, ejercía, junto a su amigo Hernán Baeza, de periodista, al tiempo que era inspector del Internado Nacional Barros Arana. Después de egresar de Leyes, trabajó en la Dirección de Impuestos del Ministerio de Hacienda y, posteriormente, ingresó a la Academia Diplomática Andrés Bello, dando así inicio a una larga trayectoria profesional como diplomático de carrera, la cual inició con un curso de especialización en el GATT en Ginebra, Suiza, lugar donde muchos años después volvería destinado a la misión diplomática de Chile ante la sede de la ONU.
El 16 de febrero de 1967 se casó con la ciudadana alemana Ilse Koller Hotz, a la sazón funcionaria de la Embajada de la República Federal de Alemania en Chile, y con quien tuvo cuatro hijos.
A Medardo Lagos de la Fuente le tocó desempeñar múltiples y complejas misiones en el exterior, representando a Chile en lugares y tiempos difíciles. Así, estuvo destinado en Argentina en 1973 y una segunda vez cuando Chile estuvo al borde de la guerra con el país vecino; en el Líbano durante la guerra civil; en Rumania durante la dictadura comunista de Nicolae Ceausescu; en Filipinas después del conflicto por el desaire del presidente Ferdinad Marcos al general Pinochet; y en Bolivia, en calidad de Cónsul General, luego de que Chile desahuciara las tratativas por darle una salida al mar a la nación altiplánica. También cumplió funciones en Alemania, Suiza, Polonia, Brasil y China. Como reconocido miembro de la Cancillería, siempre desarrolló una delicada tarea en beneficio de los intereses estratégicos y permanentes de Chile. Amante de la historia, difundió incansablemente la cultura de nuestro pueblo en general y de Traiguén en particular, la tierra que siempre añoró con nostalgia y a la cual siempre retornaba. Cumpliendo su deseo, fue sepultado en el cementerio municipal de Traiguén luego de su deceso acaecido en Santiago el 22 de diciembre de 2011.
El siguiente es el expresivo discurso pronunciado durante su funeral en la Parroquia Santa Elena de Santiago, por el Embajador Sr. Gabriel Zepeda:
“Con profundo sentimiento venimos hoy a acompañar a la familia de nuestro distinguido colega y amigo Medardo Lagos de La Fuente, quien a esta hora goza del privilegio de encontrarse junto a nuestro señor.
Medardo, abogado de la Universidad de Chile, dedicó su vida al servicio público, primeramente en el Ministerio de Hacienda para luego ingresar en 1969 a la Cancillería. Trascendente decisión esa, puesto que le ocurrió lo que ha sucedido prácticamente con todos nosotros. El Ministerio es una morada a la que quizá se pueda ingresar en forma desaprensiva… pero que luego es prácticamente imposible dejar porque no se quiere o… porque no se puede.
Tiempos turbulentos aquellos en que la política se escribía con las letras mayúsculas de las ideas. Por supuesto Medardo tenía las suyas y las manejó con destreza e independencia a lo largo de su carrera.
Sus destinaciones fueron diversas y de ellas puede decirse que ninguna estuvo signada por el relajo o el sosiego. Los ejemplos son ilustrativos. Destinado en Líbano en el medio de una Guerra Civil; en Filipinas nada menos que en los días de la suspensión de un histórico viaje; en La Paz por 4 años, quizá uno de los desafíos profesionales mayores de la carrera; hasta hoy es allí recordado, cosa que consta a quienes hemos servido allí.
En todo ello se manejó con criterio e inteligencia, con un talento innato para la función que, generalmente, se manifiesta en un adecuado balance entre la expresión y el silencio. Medardo tuvo siempre una fina habilidad para juzgar los hechos de la política y quizá su larga gestión en un puesto tan difícil como La Paz, es la mejor expresión de aquello.
Tuve el agrado de conocerlo en nuestros primeros años de la carrera y ciertamente era opinión unánime de los novatos que estábamos frente a hombre afectuoso, cordial, simpático, buen amigo y compañero, dispuesto siempre a ayudar con un consejo oportuno a quienes tratábamos de abrirnos pasos en una actividad no exenta de complicaciones y sensibilidades.
Ciertamente Medardo no era un diplomático común. A sus evidentes dotes profesionales unía la espontaneidad y el carácter del hombre chileno, cuestión que exhibía con orgullo sin que jamás se apreciara un solo intento por parecer distinto. Una personalidad auténtica, virtud hoy escasa, casi excepcional.
Querido Medardo, es un privilegio tener la oportunidad de despedirte en nombre de nuestra casa, que será siempre la tuya, la de todos. Nos queda tu recuerdo, esa síntesis tan especial que se refleja en el talento para nuestra profesión, el buen juicio en el análisis, conviviendo con el carácter cazurro y agudo del hombre que se desempeñaba con soltura esencialmente por la inteligencia de comprender con acierto a sus semejantes y a su entorno. Ciertamente no hay sustituto para las virtudes del afecto y de la humanidad.
Te acompañamos hasta acá y te despedimos con un apretado abrazo y con nuestro más solidario sentimiento hacia tu familia.
Descansa en paz querido Medardo”.
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