06-07-1895 • 11-10-1954

Patio 1, Sepultura 33

Luis Durand nació el 6 de julio de 1895 en Traiguén, donde transcurrió su infancia y parte de su juventud. Desde muy pequeño sintió inclinación por la literatura, pero debido a la falta de recursos, para poder obtener algún libro tenía que ingeniárselas. Así, semanalmente pedía prestado a un zapatero amigo folletines que a éste le llegaban desde Santiago. También, algunas noches acudía a escuchar las lecturas de novelas en francés que una señorita de su pueblo ofrecía a un círculo de amistades.

 Luis Durand era un hombre de aspecto fornido, siempre acompañado de su bastón. Era muy amigo de sus amigos, narrador incansable, quejoso de sus males, aunque colocando una pizca de malicia que hacía olvidarlos rápidamente. Tenía una vitalidad exuberante. Alone, que estaba en las antípodas de las creencias ideológicas tanto de Durand como de Pablo Neruda por ejemplo, fue gran amigo de ambos y les tuvo enorme estima. Existe una página memorable sobre la muerte de Luis Durand donde, con la maestría que le es conocida, traza aguda y magistralmente la semblanza de este escritor sureño que tenía la literatura en la sangre y cuyo gran sentido de vida fue siempre escribir. Alone destaca sus virtudes humanas y literarias y lo hace, como siempre, con acierto y fineza.

 Sus estudios básicos los cursó en su ciudad natal. Posteriormente, emigró a Santiago, donde efectuó la enseñanza media en el Instituto Nacional. Los primeros años en Santiago fueron bastante duros. Llegó a la capital en condiciones muy modestas, según refieren sus amigos, amparado por su medio hermano Manuel Manríquez, quien, luego de mostrarle la Catedral «para que se fuera acostumbrando«, lo llevó a vivir al barrio del Matadero Municipal. Allí tuvieron lugar pequeñas experiencias que Durand nunca olvidó, plasmándolas más tarde en sus obras. Por la nostalgia de su tierra, regresó a Traiguén, donde ingresó a una escuela agrícola sin terminar estos estudios. Trabajó como administrador en algunos fundos de la zona, en Quechereguas, como profesor en una escuela franciscana y como tenedor de libros; otro contacto directo que lo iría acercando, ya desde su juventud, hacia su destino de escritor.

 Finalmente, regresó a Santiago en 1920 para integrarse en el ambiente literario, que por ese entonces, animaban Joaquín Edwards Bello, José Santos González Vera y Mariano Latorre, entre otros, en las tertulias de Carlos George Nascimento. Para poder subsistir se integró a Correos de Chile, donde obtuvo un trabajo de jornada completa. A pesar del agotamiento, producto de la ardua jornada de trabajo, persistió en sus intentos literarios y publicó por primera vez en la revista Zig-Zag, en 1927. Por otra parte, colaboró, como periodista, en los diarios El MercurioEl Diario llustrado y Las Últimas Noticias. Cuando murió Domingo Melfi, ocupó el cargo de Director del diario La Nación y de la revista Atenea, de la Universidad de Concepción, donde realizó una labor magnífica.

 En 1929 publicó Tierra de pellines, novela que lo consagró como escritor. Posteriormente, en 1934, presentó Mercedes Urízar, para muchos su mejor obra. En 1947, escribió su único cuento infantil: Guauguau y sus amigos, el que editó bajo el sello Rapa Nui. Finalmente, en 1949, dio a conocer Frontera, libro voluminoso y más discutido, que para el autor representó el máximo esfuerzo de creación. Mediante esta obra, recorrió noveladamente la historia de su pueblo natal, Traiguén, describiendo magistralmente el paisaje, así como la profundidad de los rasgos psicológicos de los personajes y haciendo gala de fino humor.

 Junto con Mariano Latorre, del que fue amigo y discípulo, se le considera uno de los representantes de mayor importancia del criollismo chileno. A su muerte, acaecida el 11 de octubre de 1954, dejó inconclusa una novela, la que se editó recién en 1957 con el título de Un amor.

Fuente: www.memoriachilena.cl; www.escritores.cl