Interior del Cementerio

Generalmente, los cementerios de la Araucanía se encuentran emplazados en un lugar de dominio del entorno contiguo, con una fuerte presencia de macizos cordilleranos y cerca de esteros y ríos, presentando una ubicación que forma parte del trazado de la ciudad. En el incipiente urbanismo de la época fundacional, ya se buscaba definir un espacio destinado a la muerte.

Por su parte, el cementerio municipal de Traiguén también se concibió en un lugar especial de la ciudad, haciéndose común la peregrinación de los deudos en su adoquinada avenida, constituyéndose en un parque, un paseo publico diseñado con una especialidad definida, con ejes y perspectivas arboladas que ordenan tumbas y mausoleos en sectores de arquitectura armoniosa y coherente.

El pórtico de acceso al cementerio genera un umbral que transciende el espacio urbano, pues conforma un límite espacial entre la vida (manifestada por la ciudad) y la muerte (el camposanto) definida por la secuencia de sepulturas. De este modo, se da inicio a un trazado caracterizado por la ortogonalidad plasmada en su planta, en directa alusión a la cruz. Se distinguen, de esta manera, avenidas principales y secundarias, conectando estas últimas con los patios en que se encuentran ubicadas las sepulturas.

El cementerio es signo de una diversidad y de un sincretismo culturales propios de la Araucanía, expresados en símbolos decorativos y artísticos que guardan un sentido mayor, que es el de dar cuenta de una cultura particular, almacenando el paso del tiempo en cada muro de las sepulturas, en los árboles que decoran el espacio y en las formas ornamentales.

Otro aspecto que caracteriza al cementerio es su vegetación, la cual cumple un rol particular que diferencia al lugar de otros paseos públicos, transformándose en un escenario físico de aflicción, recogimiento y reencuentro, donde los recuerdos y sentimientos afloran y el horizonte temporal parece desvanecer. Entre la amplia gama de árboles prima la presencia del ciprés, especie repleta de simbolismo, el cual por su longevidad y perennidad evoca aquella ansiada inmortalidad y resurrección. El uso del ciprés ha permitido delimitar el espacio ocupado por el camposanto, en el cual sus avenidas enmarcadas por una arboleda de esta especie guían el recorrido de los visitantes. También existen encinos, pinos oregón, aromos y eucaliptus. En las calles secundarias, sobre todo las correspondientes a los sectores más modernos, se utilizan distintos tipos de árboles, como ciruelos y manzanos en flor.

Al permitir que la vegetación logre integrarse a la estructura sagrada del camposanto, se logra armonía y belleza, despertando en los visitantes sentimientos de paz, de resguardo al descanso eterno, de memorias y de reencuentro con los seres queridos.

[Basado en: “Cementerios de la Araucanía”, de Cristián Rodríguez Domínguez y Andrea Saavedra Teigue, Fascículos de Arquitectura Patrimonial]